El recuerdo es de cuando era muy pequeño, las personas eran muchas, el silencio sobrecogedor, la luz era muy justa y acompañada de esas velas tan grandes.
De ese hecho solo recuerdo una cosa que me ha acompañado el resto de mi vida, no recuerdo que Virgen era, estábamos en Sevilla, la Virgen se acercaba y solo se escuchaba el paso de los nazarenos que acompañaban a la Virgen, no sé por qué, pero ante tanto silencio me dio por mirar las caras de la gente, no había rostro no que no estuviera bañado en lágrimas, tantos hombres como mujeres.
La gente se santiguaba y decían cosas para ellos mismos, pero todos tenían un rostro tan bello, tan hermoso que nunca he vuelto a ver esas caras en ningún sitio. Eran caras de gozo, de felicidad, de paz, perdón, misericordia, compasión y llenas de amor.
Ahora, de mayor, vuelvo a ir a esos sitios una vez al año y sigo encontrando esas mismas caras. Les encuentro en las procesiones y me llena de amor, lo mismo que a los demás; cuando me voy, lo hago pensando en que ya quiero que pase un año rápidamente.
Para mí eso es el espíritu de la Semana Santa, donde se renueva la creencia, a pesar de los pesares, de que un Hombre murió en la cruz por el perdón de los pecados del resto de la humanidad y que fue su Madre la que más lo sufrió. Eso veo en esas caras, que cada vez somos más los que creemos en Dios, en el Perdón y en el Amor.
(Texto escrito por Goyo Escribano)