Son las 8:00h. Como cada mañana, lo primero que hago es coger el móvil, quitar el desvío y ver qué llamadas ha tenido la compañera que ha estado de guardia. Nuestros mayores siempre están atendidos, las 24 horas del día y todos los días del año.
La compañera informa de que ha tenido un par de llamadas. Una para informar de una cita médica de un tutelado, y otra de la enfermería de una residencia, donde otro de nuestros tutelados ha sufrido un episodio de epilepsia durante el que se mordió la lengua. Solo duró unos segundos, y todo está bien, pero debemos estar informados.
Ninguna de esas llamadas era de mi zona, por lo que las compañeras atenderán estos asuntos mientras yo comienzo a organizar mi día.
Hoy visito el centro donde más tutelados tengo, seis, pero antes de ir, hay que resolver unas cuantas cosas en la oficina.
Nos ha llegado un nuevo caso a través de la comisión de tutela, una señora de 96 años. Aun no es tutelada nuestra, sin embargo, durante la visita de estudio previo que realicé ayer en el domicilio donde reside la señora, detecté una necesidad urgente de ingreso en residencia por lo que tras hablarlo en equipo con otros compañeros de la Fundación, decido implicarme y bajar a la Delegación para intentar agilizar todo y resolver su situación cuanto antes. Allí, me reúno con profesionales jurídicos y del servicio de mayores, y defiendo lo que considero que son los intereses de la señora. Con 96 años, necesita respuestas rápidas, ágiles, por lo que intentamos poner todo de nuestra parte. Con buenas sensaciones, me marcho de la delegación y camino hacia el centro residencial que hoy tengo previsto visitar.
Allí me esperan seis de nuestros tutelados. Algunos de ellos, con un deterioro tan avanzado ya que no son conscientes de mi visita, pero otros, me reciben con alegría y se muestran animados y habladores durante la misma. Me cuentan las cosas que han hecho últimamente, qué tal han pasado la Semana Santa, me preguntan cuando vuelvo… y pasamos un rato agradable. Además de verlos a ellos, siempre buscamos a algún profesional del centro (médico, trabajadora social, etc.) para que nos informe de las últimas novedades. Aquí, todo está tranquilo, no han tenido cambios en este tiempo.
Me despido ya que casi es la 13h, y llega su hora de comer. Es muy reconfortante sentir el cariño de los tutelados, ver cómo esperan nuestra visita y la ilusión que les hace la misma. En muchas ocasiones, somos su único contacto fuera del centro, los únicos que los visitan, sus amigos, confidentes… Después de cada visita, siempre nos llevamos el cariño que nuestros tutelados nos dan desinteresadamente!
Vuelvo a la oficina. De nuevo, paso al trabajo de despacho, ordenador, teléfono, etc. Paso los seguimientos de las visitas hoy realizadas, las llamadas recibidas, y de todo lo que ha ido pasando durante el día.
Hablo con los compañeros para compartir información sobre los asuntos tratados hoy. Siempre trabajamos en conjunto, de manera coordinada y con una buena comunicación, ya que nuestros tutelados requieren de una atención multidisciplinar.
Poco a poco se va a cercando la hora de salir, las 15h. Esta semana, yo no estoy de guardia, por lo que al contrario de cómo he empezado el día, poco antes de las 15h desviaré el teléfono a la compañera, le contaré qué tal están las cosas por mi provincia, y desearé una buena y tranquila tarde.
Mañana a las 8h, volverá a informarnos de todo, y comenzará un nuevo día, que no tiene por qué ser parecido al de hoy… Cada día en la Fundación Mayores, puede suponer una nueva aventura!