¿Cómo os podría explicar lo que se siente cuando sorprendes a una persona mayor que hace años no ha recibido ninguna visita?
No es lo mismo contarlo, que vivirlo, es decir, os animo a vivir el momento en el que una persona mayor nos ve aparecer y nos agarra con tanta fuerza que incluso nos estruja y que ojalá en el día a día nuestros familiares y amigos lo hiciesen con la misma fuerza o intensidad.
La vida, al final, se convierte en una continua rutina en la que no valoramos lo que tenemos, en la que dejamos que nos absorba esa rutina y no prioricemos con nuestra familia, que al fin al cabo es lo más importante.
Las personas mayores tienen mucho tiempo libre, mucho tiempo que dedican a darle vueltas a la cabeza y que su mayor preocupación es si alguien pasará a visitarlos.
Que desde los distintos organismos e instituciones de la comunidad tengamos que hacer un llamamiento a todos esos familiares que por distintas circunstancias no aparezcan por los centros residenciales durante meses-años, es preocupante.
Deberíamos tomar conciencia y analizar detenidamente el qué no está funcionando para que cada día se den nuevos casos de este tipo, a los que no debería catalogar como soledad, porque están protegidos y acompañados durante el último tramo de sus vidas, pero cuando me paro a pensar, no hay mayor soledad que el sentimiento de sentirte solo y eso si es un gran problema con el que poco a poco estamos trabajando, pero que sin un apoyo más íntegro iremos combatiendo a pasos de tortuga.