Si algo está claro es que esta pandemia está haciendo estragos en todos y cada uno de nosotros de una u otra manera. Yo quiero expresar, de la manera más breve posible, el daño que estoy observando en dos de las personas que más se pueden querer en la vida, mi padre y mi madre.
Mi madre padece la enfermedad de Alzheimer y lleva algo más de un año en una residencia. Tomar esa decisión, en su momento, fue muy duro para todos pero en especial para mi padre que se quedó solo en casa pero entendió que los cuidados que necesitaba su mujer él no se los podía dar.
Poco a poco se fue adaptando a la nueva situación y todos los días pasaba las tardes visitando a su mujer en la residencia, momento también importante para mi madre pues en esos ratitos paseaban juntos, hablaban reían, se abrazaban y todo esto beneficiaba enormemente a los dos.
En marzo todo esto se ve interrumpido por el confinamiento, mis padres dejan de verse, mi padre confinado solo en su casa, “medio entendiendo” lo que pasaba y cada vez más asustado escuchando continuamente en televisión, por un lado, la cantidad de fallecimientos que están sucediendo en personas de su misma edad y por otro, el bombardeo continuo de dramáticas noticias en lo referente a los contagios en las residencias de ancianos.
Durante los meses del confinamiento el único contacto con mi madre fue por teléfono, pero todos entendimos, que lo que primaba en aquellos meses era protegerse a toda costra del virus del que apenas se sabía nada pero estaba colapsando los hospitales a una velocidad de vértigo.
Hasta finales del mes de junio no pudimos visitar a mi madre en la residencia y las visitas se realizaban con las convenientes medidas de seguridad sanitarias, con mascarillas, sin poder tocarse ni abrazarse ni besarse, manteniendo la distancia de seguridad separados por una mampara pero, por lo menos, mi padre volvía a ver a su mujer una vez por semana.
Esto duró poco ya que a mediados de agosto, al registrarse aumento de contagios por COVID-19 en nuestra localidad, las residencias reciben comunicado de sanidad y de nuevo tienen que prohibir las visitas de los familiares.
Yo entiendo que es la mejor manera de proteger a los ancianos del virus pero creo que los daños colaterales están siendo tremendos tanto para los residentes de las residencias como para los familiares de los mismos.
A mi padre todo esto le está haciendo mella y estoy viendo como día a día la tristeza y la soledad le está afectando tanto a nivel físico, neurológico y psicológico de una manera descomunal, tiene ya ochenta años pero, antes de toda esta pesadilla, era un hombre que estaba fenomenal para su edad sin ningún problema aparente de salud y ahora es como si se estuviese apagando poco a poco.
Por todo ello yo pediría a las autoridades pertinentes que escuchen la realidad de los familiares de las personas que están en las residencias y valoren también las consecuencias de estos “daños colaterales” del dichoso virus.
Entiendo que hay que proteger a las residencias pero creo que, con las convenientes medidas de seguridad, las visitas de los familiares conllevan menos riesgos que el contacto diario, inevitable por otro lado, con los propios trabajadores del centro y pienso que los beneficios para la salud psicológica y emocional de los residentes y familiares también se debería de valorar y tener en cuenta.
Espero, haber podido trasmitir en estas pocas letras, el pesar, preocupación y sentimiento que creo que tenemos cada una de las personas que tenemos algún familiar viviendo en residencias.