Estamos inmersos en una pandemia a nivel mundial que principalmente afecta a las personas mayores, según las estadísticas, ingresadas en centros residenciales.
Sin previo aviso se suspendieron las visitas sociales en Residencias de Mayores, Viviendas tuteladas y centros sociosanitarios. En un primer momento, lógicamente e igual que el resto de población, nos encontramos con un confinamiento domiciliario que duró hasta finales de mayo.
Una vez que se levanta el estado de alarma y con unos meses en los que los profesionales y el gobierno central tuvieron tiempo suficiente para proponer alternativas a esas visitas se continuó con la suspensión de las visitas.
La población, los familiares y las profesionales que trabajan con la población mayor institucionalizada, proponen diferentes puntos de acceso a los centros, siempre con las medidas de protección necesarias para evitar la propagación de Covid.
A través de las rejas detectamos consecuencias negativas en muchos de nuestros mayores a nivel físico, cognitivo y/o psicológico.
Somos conocedores por los datos, informaciones y testimonios del personal de los centros residenciales, que, tanto los talleres de fisioterapia y terapia ocupacional continúan, pero destinados a las personas más independientes, dejando privados de esos servicios a las personas más dependientes, generalmente por la falta de tiempo del personal.
El personal cualificado tiene que dividir el tiempo en otras labores destinadas a la prevención del COVID y no tanto en la atención centrada en la persona.
De cara a la invierno, no somos conscientes hasta qué punto se van a continuar las visitas tanto a través de las rejas, como mediante cristales,…que están haciendo algunos centros residenciales, no todos.
Nos preocupa continuar en esta situación mucho más tiempo y que no se acepten propuestas, que pueden ser o no eficaces pero que se deberían ejecutar tras casi diez meses de pandemia, para no prolongar más la grave situación de aislamiento y sus consecuencias para los mayores.
Somos conscientes en todo momento de la sobreprotección y el miedo que recae sobre los profesionales, respaldado en los momentos tan difíciles que se vivieron en los primeros meses de esta extraña enfermedad, pero debemos de ser conscientes también de los efectos negativos que ocasionan estas medidas.
No se puede permitir que las personas mayores residentes en centros residenciales sean las personas con más restricciones y que el final de sus vidas sea en soledad.